martes, 4 de junio de 2013

La necesidad de adaptarse al cambio


EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA: LA NECESIDAD DE ADAPTARSE AL CAMBIO

En un mercado globalizado y en constante cambio como el actual, la necesidad de adaptarse al entorno existente es esencial. Esa adaptación requiere de conocimiento de la cambiante realidad y de los diferentes enfoques que la analizan. Tal conocimiento se produce tras la selección de la información relevante que mejora y actualiza nuestras habilidades y capacidades generadoras de valor. Pero, aún seleccionando, el volumen de información relevante es tal que, según investigaciones, haría falta la lectura de 50 páginas diarias para estar actualizados.

Ante esta dificultad de actualización personal, se impone la especialización como cauce de aportar valor sin deterioro de su calidad.  La Asociación Española de Empresas de Consultoría (AEC) clasifica las entidades que operan en el sector en tres grandes grupos:

1)       Las generalistas, cuya actividad ha evolucionado en la línea no tanto de la especialización sino de la ampliación del espectro de sus servicios, inicialmente centrada en el management consulting, y cuya orientación al crecimiento por volumen les ha llevado a incorporar de manera progresiva una amplia gama de servicios adicionales: consultoría tecnológica, integración de sistemas de información, servicios de externalización total o parcial de la función de tecnología de la información (TI) e incluso, de procesos de negocio completos.
2)       Las especializadas en consultoría estratégica o de gestión, con una gran amplitud de sectores de mercado.
3)       Las denominadas consultoras tipo “boutique”, de consultoría especializada bien en un pequeño abanico de servicios aplicables a diferentes sectores de actividad o bien en determinados negocios o sectores de actividad.

La llamada “crisis” actual parece ser, más bien, un cambio de modelo en el que el problema – como decía Paul Valéry  es que “el futuro ya no es lo que era”. Sólo la actualización intensiva del conocimiento, junto a la creatividad y la innovación, nos permitirá conseguir una mejor adaptación que aporte mayor agilidad en la transición de modelo y, seguidamente, poder trasladarlo a nuestros clientes.

Decía Darwin que los que sobreviven no son los más fuertes ni los más inteligentes, sino los que mejor se adaptan al cambio. Esta afirmación cobra en la actualidad especial relieve en la gestión y supervivencia de las empresas, debido a la rapidez y profundidad de los cambios en un entorno de competencia globalizado.

La labor del consultor en este marco es esencial. Poner en conocimiento del cliente las nuevas tendencias, oportunidades de negocio y necesidades estratégicas de cambio en la organización, implica tener un conocimiento exacto y actualizado del sector del cliente que le permita anticiparse al cambio para poder implementar las reformas necesarias en la empresa – cliente que permitan su supervivencia y crecimiento entre sus competidores.

Junto a ese anticipo al cambio, dos son los escollos con los que se encontrará el consultor en la implantación de reformas necesarias:

a)     Por un lado, la resistencia natural a modificar hábitos, capacidades y actitudes, muy especialmente cuando requieren de un importante refuerzo de habilidades (como las derivadas de las nuevas tecnologías) que implican, además de un alto coste económico, un extraordinario esfuerzo en el capital humano, no siempre abierto a un aprendizaje continuo.
b)     Y, por otro, la implantación de estructuras operativas que alteran la cultura de las organizaciones y que, en ocasiones, pueden resultar traumáticas pero, al mismo tiempo, esenciales para su supervivencia. Piénsese en la necesidad de minoración de de costes fijos para poder competir con empresas virtuales: ello puede dar lugar a generalizar el teletrabajo, cierre de instalaciones, externalización de mantenimientos y la “escalada” hacia nuevas formas de negocio sin precedentes en la empresa.

Para la superación de ambas dificultades, el consultor o firma de consultoría deberá, primero, evaluar la procedencia del cambio y, después, implantarlo con tiempo, prudencia y en íntimo contacto con la realidad de la organización a fin de que toda ella (desde su vértice a la totalidad de los stakeholders) hagan suya la necesidad e interioricen la nueva estructura propuesta. Sólo así el cambio será posible.

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