lunes, 27 de abril de 2015

¿Alta en autónomos o sociedad limitada?



 
Una de las primeras cuestiones que se plantea el emprendedor, incluso antes de tener su idea de negocio, es la forma que le va a dar a su empresa; básicamente se pregunta si se constituirá como empresario individual o autónomo o si es mejor crear una persona jurídica o sociedad limitada…. Hay otras muchas formas jurídicas, pero este es el dilema más popular.

Lo primero que hay que decir es que depende del caso. Si lo tuyo es la fotografía y te vas a dedicar a cubrir los reportajes fotográficos de BBC (bodas, bautizos, comuniones) en formato freelance y existencia virtual: pásate por la Agencia Tributaria a darte de alta en el IAE y luego ve a la Tesorería de la Seguridad Social para darte de alta en el régimen de autónomos… ¡Ya estás en disposición de trabajar y facturar a tus clientes!

Pero si lo tuyo es algo más complejo (asesoría, restauración, peluquería – estética, transporte, reformas), vaya a tener tu empresa formato virtual – online, físico offline o mixto (lo más frecuente), plantéate la constitución de una sociedad limitada, aunque sólo sea por dos razones: la limitación de responsabilidad al capital social y la confianza que se genera en la clientela. Me explico…

Nunca pasa nada pero…¿y si pasa?, ¿y si, en un descuido, le produces a tu cliente un corte en una oreja y te demanda?, ¿o se intoxican tus comensales con unas setas borriqueras y te piden los herederos responsabilidad?, ¿o se te cae uno de tus obreros de un andamio?. Con la sociedad limitada, siempre que estés en regla con el resto de normativa, tu responsabilidad llega hasta los 3.000 € de capital aportado. Si eres autónomo, en cambio, respondes con todos tus bienes, presentes y futuros, y sean tuyos o, incluso (no siempre), de tu cónyuge si estáis casados en régimen de gananciales…En fin: tu ruina para siempre.

Y, en cuanto a lo de la confianza, la creación de una sociedad mercantil da a tu negocio un aspecto de mayor seriedad y estabilidad, de que la persona o personas que están detrás apuestan por su proyecto… ¿Qué impresión te da cuando encuentras una empresa en internet y su NIF es el de una persona física?; si además le tienes que dar tus datos personales y bancarios… ¡ni te cuento!

¿Y los inconvenientes?..., pues no son tantos, cuando se conocen, claro. En esencia, todo empresario (autónomo o sociedad) tiene similares obligaciones contables (libros de contabilidad) y fiscales (IVA e IRPF o Impuesto de Sociedades). Los trámites de constitución (escritura pública e inscripción en el registro mercantil) y alguna cosilla más (como las cuentas anuales), terminan compensando por los beneficios que se obtienen, especialmente si tienes una facturación considerable.

jueves, 22 de enero de 2015

Los lenguajes de comunicación

Decía Aristóteles que “el hombre es un animal social”. Para convivir en sociedad, el ser humano necesita comunicarse. A través de esa comunicación se transmiten necesidades, emociones, pensamientos e ideas.

Por comunicación entendemos el intercambio entre dos o más personas de mensajes con un contenido comprensible por el o los interlocutores.

Hay multitud de medios para comunicarse, llamados también lenguajes: el corporal (utilizado desde que nacemos), el de signos o señas, el verbal y el escrito.

Habitualmente, en nuestra comunicación se mezclan varios de estos lenguajes; así, en una conversación están presentes el corporal (que transmite la mayor parte del mensaje) y el verbal, que sólo permite la comunicación cuando emisor y receptor comprenden y se expresan en el mismo idioma.

En la comunicación con lenguaje escrito, todo el mensaje se transmite visualmente en forma de palabras plasmadas en diversos soportes (papel, monitor de pc, etcétera). Al igual que el idioma en la comunicación oral, la comunicación a través de la palabra escrita está sujeta a unas reglas que la hacen comprensible para todo lector: es lo que llamamos ortografía y gramática.

De la riqueza del vocabulario y de la habilidad en la composición de las frases o sintaxis, dependerá la calidad del mensaje transmitido.

De la adecuación del vocabulario utilizado al destinatario del mensaje y al fin perseguido, dependerá la efectividad de la comunicación. No es lo mismo un mensaje publicitario (dirigido al público en general y con la finalidad de incitar a la acción de consumo), que un documento científico (con léxico técnico y dirigido a un colectivo profesional).

Cuando la expresión escrita se utiliza con maestría y estilo, la simple comunicación se transforma en literatura.

Sí, todos los anteriores son conceptos básicos de la comunicación, pero, por básicos, frecuentemente olvidados. Recordémoslos cuando hagamos nuestras presentaciones orales o escritas y en nuestras conversaciones cotidianas: nuestros empleados, clientes, accionistas y proveedores lo agradecerán.