sábado, 31 de agosto de 2013

Comprar bien para vender más y mejor

 
La buena gestión en una empresa u organización consiste en alcanzar los objetivos propuestos acordes con sus fines fundacionales o estatutarios con el menor coste posible.
La anterior afirmación, por evidente, puede resultar superflua. Sin embargo, múltiples factores hacen que los costes no sean siempre los idóneos y que, en consecuencia, la gestión no se pueda calificar de óptima. Por ejemplo:
a)     Los costes de personal vienen condicionados por normas legales o convenios colectivos que limitan la autonomía de la voluntad de las partes (empresario – trabajador – colaborador) tanto en salario como en jornada de trabajo (prestaciones básicas por ambas partes, que no únicas).
b)     Los gastos inherentes a la adquisición y mantenimiento de las infraestructuras o activo fijo fluctúan por el peso que tienen variables como tributos, precio de la energía, mantenimientos, seguros, etcétera.
c)     Las materias primas, equipamiento y servicios ajenos complementarios y necesarios para el desarrollo de la propia actividad tienen un precio de mercado muy variable, más aún con el impacto de la globalización y del comercio transfronterizo.
En este entorno, si la competencia gestiona mejor sus costes, será más competitiva, más productiva y, a la postre, expulsará del mercado a sus competidores que no ajusten precios o que no obtengan el beneficio necesario para mantener la actividad.
Por ello la necesidad de comprar bien para que nuestra empresa subsista, siendo deseable que sea la que mejor compre en el sector de actividad y así liderarlo frente a las empresas competidoras. Todo ello, claro está, partiendo de un margen de beneficio razonable y determinado por el coste de oportunidad de mantener la inversión en la empresa como más rentable a derivarla a otra actividad o inversión.
Comprar bien es un arte. Pero, ¿en qué consiste comprar bien?. Es frecuente identificar comprar bien con comprar barato, lo cual sólo es cierto cuando se adquiere lo mismo (producto – garantía – servicio – y demás cualidades valorables) con un precio menor.
En esencia, compramos un producto o servicio para satisfacer una necesidad. En consecuencia, la mejor compra es la que satisface esa necesidad en las mejores condiciones de calidad – cualidades del producto o servicio / condiciones de entrega o prestación (plazo) / garantía post venta / atención al cliente / precio. Y ello, ¿cómo se consigue?. En el arte de comprar bien intervienen varios elementos:
1)     Tener conocimientos precisos de la necesidad. Cuanto más se ajuste en lo necesario, menos producto superfluo se adquiere. Aquí los fabricantes de coches han segmentado el consumo al máximo: urbanos, berlinas medias, berlinas de lujo, familiares, todo caminos, 4x4, deportivos; y, dentro de cada sector, variedades en carrocerías, motores y demás elementos que permitan personalizar al máximo el producto. Hay varios fabricantes que, sobre la misma base de ingeniería, comercializan vehículos similares pero bajo distintas marcas, con garantía – servicio semejantes, pero a precios muy dispares: piénsese en el grupo alemán Volkswagen (Audi, Volkswagen, SEAT, Skoda, entre otros).
2)     Tener conocimientos del mercado o sector de que se trate. Cada necesidad tiene su mercado y, dentro de él, la empresa más idónea. Ferrovial o ACS tienen capacidad para reparar cubiertas de edificios; pero sólo atenderán de manera óptima a la gran empresa o institución a las que presten el mantenimiento de sus instalaciones o cuando se trate de cubiertas con presupuesto millonario (por ejemplo, la reparación de la cubierta del Museo del Prado). Para la reparación de la cubierta de una nave de 1.000 m² será mejor llamar a empresas de menor tamaño, aunque de la misma o mejor cualificación.
 
3)     Comparar de forma objetiva y personalizada a las necesidades. Encontrar varios proveedores para una necesidad existente en nuestra empresa o institución no es difícil. Hay varios canales para una búsqueda adecuada: Internet, proximidad geográfica, recomendación de conocidos, publicidad tradicional, etc. Lo más adecuado es solicitar un presupuesto a todas ellas concretando la necesidad lo más detalladamente posible y admitiendo variables. La visita a nuestras instalaciones o la entrevista personal es también muy aconsejable para ambas partes. En las ofertas que se presenten deberemos valorar, entre otros, los siguientes extremos:
·         el tiempo de respuesta y la forma de presentación de la oferta: es una primera carta de presentación, una cualidad del proveedor y un síntoma de su interés por nuestra empresa y de respeto hacia la potencial clientela,
·         la solvencia de la empresa, tanto técnica como económica, así como la experiencia en contratos similares al propuesto,
·         el ajuste de la oferta a nuestras necesidades o, lo que es lo mismo, que la propuesta no sea estandarizada sino personalizada a la solicitud que hemos hecho,
·         la calidad de los productos o cualidad de las personas que intervendrán en la prestación del servicio,
·         la garantía de los resultados perseguidos,
·         el precio ofertado y la forma de pago.
4)    Seguimiento del cumplimiento exacto de lo ofertado – contratado. Una deficiente ejecución de la obra o prestación del servicio contratados, o el suministro de un producto diferente al ofertado, dará al traste con la satisfacción de nuestra necesidad en el tiempo requerido, pudiendo ocasionar daños colaterales de difícil cuantificación. En este punto es aconsejable el conocimiento de la normativa aplicable para evitar desagradables responsabilidades administrativas o civiles.
 
Si somos capaces de aplicar las consideraciones anteriores a todas las adquisiciones de productos o servicios que hagamos en nuestra empresa, a buen seguro seremos mucho más competitivos en nuestra actividad y podremos vender más y mejor que nuestra competencia.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Peculiaridades del comercio electrónico


Como en cualquier negocio, en el que se pretende iniciar o canalizar a través del comercio electrónico existen unos pasos previos que le dan sentido y fundamento; a saber: una idea de negocio, unos socios (con sus creencias, competencias, aptitudes y actitudes), un capital o inversión inicial, una sede física o domicilio, una denominación y, cuando sea preciso o simplemente conveniente, una marca y un logo diferenciadores.

Sin embargo, todos estos elementos tienen en el ámbito del comercio electrónico algunas peculiaridades que es necesario tener en cuenta:

1.     Idea de Negocio.

Como en cualquier ámbito, en el del comercio electrónico (se contemple éste como único canal o compartido con establecimiento físico) lo esencial es la bondad de la idea de negocio, es decir: una idea que aporte valor al mercado y por la que alguien esté dispuesto a pagar un precio suficiente para la obtención de un beneficio.

La originalidad en la idea de negocio que nos aporte diferenciación puede, como siempre, venir marcada por la naturaleza del producto o servicio, su precio, su distribución o la atracción que el cliente sienta hacia el producto por la promoción que se haga del mismo.

Al respecto cabe hacer las siguientes consideraciones:

a)     A pesar de la corta vida del comercio electrónico tal y como hoy lo conocemos, es un sector de actividad empresarial sumamente dinámico, sin duda por primar en él la creatividad sobre el capital. Por ello, resulta difícil “dar a luz” una idea “electrónica” de negocio que no esté ya más o menos explotada….; no hay que desanimarse: fusionar ideas existentes, mezclarlas, puede dar lugar a otra idea “original” que aporte valor y que resulte atractiva para nuestros potenciales clientes.

b)     Sea como canal único o como canal compartido con el físico, el lanzamiento de nuestra idea de negocio en formato digital debe ir precedido de un meticuloso examen de la competencia existente y de su posicionamiento. Bastará introducir una o varias palabras claves (keywords) en un buscador (Google, Bing, Yahoo) para obtener miles de resultados que habrá que ponderar. Este estudio del mercado digital nos proporcionará:

·        Fortalezas y debilidades de nuestros potenciales competidores y un espejo en el que poder observar las nuestras y, en cualquier caso, detección de las oportunidades existentes.
·        Cualidades de los productos y de su precio.
·        Análisis real del funcionamiento de las empresas competidores medido a través de los foros.
·        Perfil de los potenciales consumidores.

Si el precio es siempre un elemento esencial para el éxito de cualquier idea de negocio (mucho más en la época de crisis económica que atravesamos), en el comercio electrónico tiene una especial consideración por parte de los consumidores. Recordemos que, para que la ventaja digital se despliegue, deberemos aportar comodidad, rapidez, seguridad y economía en la adquisición: de no cumplir con estos parámetros, nuestra idea de negocio digital no funcionará. 

2.     Socios.

El comercio electrónico ha sido y sigue siendo un sector muy proclive a la atracción de business angels y de compras millonarias por parte de empresas tecnológicas líderes que, en estado embrionario, adquieren ideas de negocio digitales para evitar futura competencia y/o impulsar su propio negocio (v.gr. la adquisición por Google de la española Panoramio).

Aquí es de obligada cita el Grupo Intercom del catalán Antonio González – Barros, del que han salido más de 50 empresas digitales, algunas de tanto éxito como Infojobs o Softonic.

Y, con respecto de los business angels, puede consultarse el informe de ESBAN en el que, entre otros muchos extremos, se describe como la participación de los mismos puede ser el de mero inversor o, como resulta frecuente, como inversor – socio - consultor.

3.     Capital.

Aunque una de las grandes ventajas del comercio electrónico es el abaratamiento de costes, el lanzamiento de nuestra idea de negocio digital lleva aparejada una inversión de capital cuyo importe puede variar desde unos cientos de euros (diseño y alojamiento de web corporativa) a decenas de miles (creación de una tienda on line).

Si bien es frecuente aconsejar al emprendedor que piense “en grande”, en comercio electrónico es más que aconsejable las soluciones escalables que, en función de las necesidades, vayan incorporando contenido, elementos técnicos y capacidad tecnológica. Para iniciarse, todo ello puede externalizarse en empresas especializadas, incluida, por supuesto, la logística.

4.     Domicilio.

Otra de las ventajas del comercio electrónico es la posibilidad del trabajo en movilidad y la reducción de la inversión en inmovilizado. Basta con un domicilio físico (aunque carezca de instalaciones productivas) y un equipamiento informático para poner en funcionamiento nuestro negocio virtual.

5.     Denominación.

Por estar el comercio electrónico enfocado al mundo virtual, es más que conveniente que la denominación que elijamos para nuestra idea de negocio reúna dos elementos básicos de este entorno: la simplicidad y el descriptivo del negocio.

Denominaciones como eBay, infojobs, emagister o rusticae son simples, fáciles de recordar y, además, nos están ofreciendo información del contenido del negocio (compras, trabajo, enseñanza, alojamientos rurales). Ello no quiere decir que no sean viables otras cualesquiera denominaciones, pero será más costoso su posicionamiento.

6.     Marca y Logo.

Si a la denominación sencilla y descriptiva le añadimos marcas y logos atractivos, el éxito en un mundo visual como es el de Internet, está casi asegurado. El claro ejemplo es lo que hizo Steve Jobs con el logo de Apple y la simplicidad de sus marcas: Mac, ipod, ipad, iphone, itunes, icloud. Otro ejemplo es Google con los colores de su marca y los iconos para sus decenas de herramientas.

viernes, 16 de agosto de 2013

20 recomendaciones para satisfacer a la clientela



1)    Conozca a su cliente: sean sus productos o servicios de masas o admitan personalización, siempre hay una forma de identificar al cliente y corroborar que coincide con el nicho de mercado al que su empresa se dirige o si, por el contrario, se trata de un segmento “inesperado” que puede conducir a corregir sus iniciales estudios de mercado.

2)    Conozca las razones por las que su cliente lo es de su empresa y no de otra, es decir: qué es lo que más valora su cliente de su producto o servicio y, por exclusión, qué es lo que le resulta indiferente o, incluso, negativo. Si llega a conocer estas razones de compra, podrá mantenerlas y potenciarlas, así como eliminar las razones negativas o disuasorias de consumo y no invertir en las que resulten indiferentes.

3)    Empatice con las necesidades de su cliente: sólo así podrá anticiparse a ellas mediante la innovación o el desarrollo de soluciones. No olvide que ser pionero hará conservar su clientela y aumentarla, así como su competencia, lo que, a la postre, le llevará a desarrollar su empresa y el mercado al que se dirige.

4)    Sea proactivo, no deje nunca de proponer iniciativas relevantes; y, si consigue que no lleven aparejado un coste para el cliente, mejor. Intermediar entre clientes dedicados a diferentes mercados, proponiendo encuentros en los que se compartan experiencias y conocimientos, puede ser una buena forma de poner en valor su liderazgo y crear sinergias entre sus clientes.

5)    Nunca diga no: lo contrario es tanto como desentenderse de las necesidades de su clientela, lo que, al tiempo, es poner la primera piedra para la entrada de la competencia y la futura pérdida de un cliente. Si no puede suministrar el producto o prestar el servicio en el tiempo requerido por el cliente, propóngale alternativas que satisfagan sus necesidades, ofrézcale su atención desinteresada en la búsqueda de soluciones y, pasado el tiempo crítico, preocúpese por el resultado de las gestiones.

6)    Escuche las necesidades del cliente, escuche sus problemas, escuche sus quejas, escuche, escúchele. En ocasiones no llevará razón y en otras muchas, si la lleva, nada tendrá que ver con usted o su empresa, pero la confianza genera complicidad, que se pierde si falta un interlocutor con quien desahogarse. Y, cuando escuche, por favor, no mire al reloj: su cliente valorará ese hecho como si estuviera en la consulta del psicoanalista.

7)    Mantenga a su cliente siempre informado, aunque sea para decirle que llegará tarde o que se ha perdido su encargo o algo peor: no hay nada que vulnere más la confianza de un cliente que la incertidumbre acerca de la satisfacción de sus necesidades. Cada uno somos dueños de nuestro tiempo y, cuando carecemos de la información suficiente, perdemos ese dominio y la posibilidad de actuar e improvisar.

8)    Sea transparente: si sabemos las razones por las que nuestro cliente nos prefiere a la competencia, no tenemos porque ocultar nuestros defectos: seguro que el ya los conoce. No menospreciemos a nuestro cliente: si no le podemos ofrecer el producto que solicita al mejor precio, dígaselo y justifíquele la razón (mejor servicio, garantía, etc.). Si se entera por otras fuentes (hoy muy accesibles con el uso generalizado de Internet), no sólo perderemos la venta, sino también el cliente.

9)    Proteja los intereses de su cliente como si fueran los suyos, porque, en realidad, lo son. Compartir conocimientos relevantes con su clientela de forma gratuita, asesorarle en aspectos evidentes pero de gran importancia (por ejemplo, noticias negativas en redes sociales o buscadores, etc.), pueden suponer ganancias o pérdidas económicas para nuestro cliente que, a la postre, rebajen el presupuesto de nuestro contrato o provoquen la pérdida del mismo.

10)      Que la confianza no le conduzca a la relajación, sino a todo lo contrario: conseguir un cliente tiene un coste que hay que amortizar durante cierto tiempo con cargo a la cuenta de resultados del mismo; pero, tras superar cierto tiempo, el beneficio se incrementa. Aunque sólo fuera por ello, esto es, por razones de equidad, el cliente leal debería ser mejor tratado que el nuevo, debería obtener más beneficios de nuestra empresa que el recién llegado y, paradójicamente, en muchos casos no es así.

Piénsese en la operadoras de telefonía móvil: atraen clientes con ofertas durante los primeros meses (siempre con beneficio) y, transcurridos los mismos, incrementan los precios (y sus beneficios) que seguirán ascendiendo por muchos años que se mantenga el cliente con el operador (algunos lo matizan con la obtención de puntos canjeables por terminales, en función del consumo);…, no es de extrañar que la incorporación de los operadores virtuales hayan desencadenado la guerra de tarifas actual, produciéndose un lógico ajuste de precios en todo el mercado de la telefonía.

Lo lógico y, como decimos, ético, es premiar la fidelidad de nuestros clientes con descuentos en las tarifas de nuestros productos o servicios o ventajas añadidas, es decir: dar más por lo mismo. En suma, que el cliente fiel, el que confía en nuestro producto, se sienta preferente, preferido, que goce de nuestro mejor y mayor compromiso. ¡Qué menos podemos hacer a cambio de su confianza!

11)     Cumpla siempre sus compromisos, aunque pierda dinero: un engaño en la publicidad de sus productos o servicios, aparte de las posibles demandas que puede recibir en aplicación de la legislación protectora de los consumidores y usuarios, provocará una publicidad negativa muy difícil de reparar, la pérdida de clientes y simples compradores.

Sea prudente en sus compromisos y, una vez contraídos, cúmplalos. Si por cualquier causa no puede hacerlo y ello acarrea un daño a su clientela, asúmala usted como propia. Ante estas situaciones, no está demás que su empresa haya suscrito un seguro de responsabilidad civil que le cubra de tales siniestros.

12)     Pida disculpas cuando se equivoque: nadie somos infalibles, por lo que ninguno está a salvo de cometer errores que afecten a los demás. Su clientela lo sabe. Lo que sus clientes no comprenderán es la prepotencia del soberbio para el que todo el mundo es culpable menos él. Reconozca sus equivocaciones lo antes posible y ofrezca sus disculpas y, en su caso, su compensación. Aunque pierda a corto plazo, a medio y largo sus clientes no olvidarán su actitud y ganará en confianza y lealtad.

13)     Cuide los pequeños detalles: son esos insignificantes tornillos de los que están construidas las gigantescas estructuras. En muchas ocasiones pasarán desapercibidas; sólo se notarán cuando falten.

¡Qué triste es ver a un cliente de un supermercado salir del mismo con la compra en la mano, sin una bolsa de plástico o papel que la envuelva!: bajo la “cobertura” de salvaguardar el medioambiente, los establecimientos cobran los envoltorios, suponiendo un ahorro en costes y una “rebeldía” para el consumidor reacio a pagar un plus por algo que siempre se ofreció gratis y que considera como algo consustancial a su compra. Esos 3 ó 4 céntimos pueden hacer caer las ventas y limitarlas a lo que se pueda “portear” sin bolsa; es decir, todo lo contrario a lo que se pretende con unos lineales en los que el consumidor “se dispensa” lo que va viendo (en más ocasiones de las debidas, sin necesidad de producto). O que decir del autoservicio de carburante: pocos son los conductores que llenan los depósitos de sus vehículos ante la impericia de colocar el “gatillo” de la manguera en posición de full. Es abusar del oligopolio y maltratar al cliente que, por lo que paga, quizá tenga derecho a que le sirvan amablemente. O de las cadenas hoteleras con establecimiento de 4 estrellas que han suprimido los productos promocionales de aseo para “abaratar costes”, sin percatarse de las molestias que provocan a sus huéspedes y de la ausencia de “prolongación de marca” y publicidad de la que se privan (¿quién no conserva un peine o un gel de uno de estos establecimientos en su bolsa de aseo de viaje?).

14)      Garantice siempre la calidad de su producto o servicio: hasta hace poco tiempo, una conocida marca de automóviles surcoreana promocionó sus productos en Occidente basándose en la confianza que al cliente daban sus ¡7 años de garantía!, cuando lo normal por entonces eran 2 años en los vehículos europeos y americanos y 3 años en los japoneses. ¿Qué se transmite con la garantía?: confianza de la empresa en su trabajo, el buen hacer de una marca. El mercado del sector ha sido sensible al respecto y hoy, por lo general, todas las marcas ofrecen entre 3 y 5 años de  garantía.

Los distribuidores de electrodomésticos de gran consumo también se han hecho eco del reclamo, ofreciendo “ampliación” de garantía sobre los 2 años prescritos legalmente; aquí el negocio es diferente: simplemente es un seguro “encubierto” en el que las leyes de la probabilidad hacen siempre ganar al establecimiento.

15)      Ayude a sus clientes a prosperar dentro de sus posibilidades: la prescripción de sus productos o servicios entre nuestros clientes y conocidos, una indicación cordial al cliente emprendedor ávido de aprender, la cesión gratuita de unas invitaciones para un evento de su interés, etc., pueden ser “píldoras” desinteresadas por su parte que ayuden a su cliente a avanzar en el desarrollo de su empresa y que, sin duda, valorará a la hora de confiar en usted y en su empresa.

16)      Sorprenda a su cliente con algo extraordinario que no esperaba: hemos visto más arriba las razones por las que nuestros clientes nos prefieren a la competencia; sin duda, nuestros productos o servicios colman sus expectativas y valoran positivamente la relación calidad – precio de los mismos. Pero, ¿a quién no le gusta algo más?, eso que no espera y que agrega valor a nuestro producto y, por consiguiente, produce una mayor satisfacción en el cliente.

     Puede ser el suministro de un portátil y, como extra, su configuración; o un producto empaquetado cuidadosamente, o un muestrario acompañando a la compra de un perfume, o un simple sms indicando que el técnico que nos va a arreglar la lavadora llegará en los próximos 30 minutos. En muchos casos, se trata de un trato cordial que, por inusual, se termina convirtiendo en sorpresa. ¡Hagamos de la excelencia un hábito en nuestra empresa!

17)      Sea respetuoso con todos los elementos del mercado, sean competidores o clientes potenciales: para satisfacer a sus clientes en precio y calidad no es necesario descalificar a competidores e incluso “insultar” a la clientela de la competencia: el “yo no soy tonto” de un conocido distribuidor de gran consumo electrónico es una proclama publicitaria muy agresiva, aunque poco imaginativa. Es preferible algo más elegante como “posiblemente, la mejor cerveza del mundo”.

18)      Cuide la postventa: tan importante como la sonrisa de satisfacción de un cliente en el momento de la venta, es el mantenimiento de esa misma sonrisa semanas, meses o, incluso, años después…, si es que quiere que la compra de sus productos o servicios se repita y se prescriba. Para ello, no dude en preocuparse de que el cliente sigue satisfecho en el tiempo con su producto o marca; pregúntele de forma atractiva ofreciéndole algún objeto publicitario gratuito (bolígrafo, imán, llavero o similar) que, al tiempo que le recuerde su marca, le motive a ofrecerle su feedback.

19)      No utilice a su clientela de forma indiscriminada para potenciar el desarrollo de nuevos productos: tras una buena campaña publicitaria en la que ofreció su cuenta corriente estrella para pymes, sin comisiones ni gastos de gestión o mantenimiento, logró miles de nuevos clientes que ya utilizan eficazmente sus servicios… ¡no lo estropee! Esas llamadas a horas intempestivas en las que, abusando de su confianza, intenta “colocar” al cliente sus seguros para el hogar, oficina o automóvil, o esas acciones de ampliación de capital, o esos créditos también estrella, provocan en la clientela la desconfianza hacia su entidad. Si quiere ofrecer todos esos nuevos productos, hágalo, pero con tacto, sin molestar ni agobiar: con un sms en el móvil del cliente que le aparezca a primera hora de la mañana (momento de mayor impacto según los publicistas) bastará.

20)      Guarde siempre una conducta ética con su cliente y con su propio negocio: hacer negocio “a cualquier precio” puede ser desastroso para su cliente y, a la larga, para su propia empresa. Y en este punto, conviene hacer alguna reflexión.

En efecto, los deseos de los consumidores sólo se convierten en demanda cuando existe capacidad adquisitiva. Por capacidad adquisitiva se puede entender tanto la capacidad actual de adquirir como la futura, a través del endeudamiento.

Tener capacidad para endeudarse es la posibilidad, basada en parámetros objetivos, de generar recursos constantes durante un periodo más o menos prolongado de tiempo. Delimitar con realismo esta capacidad de endeudamiento puede ser clave para el futuro de la economía de un país o, incluso, de la economía global.

Una tendencia a favorecer el consumo provoca ser poco riguroso a la hora de establecer dicha capacidad, concediendo crédito a largo plazo (a veces por encima de la esperanza de vida) siempre que exista una realidad actual de generar recursos, aunque sin plantearse su continuidad en el medio – largo plazo. Es el caso de los créditos para la adquisición de vivienda a trabajadores de la construcción con elevadas rentas actuales, pero de difícil mantenimiento en el tiempo.

Una práctica más realista es la concesión de crédito en función de la capacidad actual y futura de generar riqueza por parte del prestatario, con independencia de su fortuna actual. Es el caso de los créditos para estudios en prestigiosas universidades o MBA que conceden las entidades financieras, o los préstamos a profesionales de prestigio para montar su primer establecimiento (notarios, abogados, médicos especialistas, etc.).

Cuando prima más hacer negocio inmediato que empresa de largo recorrido, el futuro de la economía del país y del bienestar de sus ciudadanos está en grave peligro. Como es fácil adivinar, nos estamos refiriendo a los entresijos de la crisis actual que, por basarse en prácticas generalizadas entre los intermediarios financieros, han tenido alcance global.

lunes, 5 de agosto de 2013

Encuentra tu oportunidad de negocio


El sueño de todo emprendedor es encontrar un producto o servicio único, que nadie más pueda ofrecer (ahora y en el futuro), con unos consumidores potenciales ilimitados, sin productos sustitutivos y sin posibilidad de ser regulado por los poderes públicos. Algunos ejemplos no faltan: los exclusivos viajes aeroespaciales de la británica Virgin, los monopolios de red de telefonía en algunos países o los intentos de Google por hacerse con la exclusiva de las búsquedas en Internet y su ulterior tratamiento comercial.

Lo anterior, sin embargo, no deja de ser ensoñaciones impropias de un mercado globalizado como el actual que, en más o menos tiempo, terminan por quebrar. Son las reglas del mercado.

SANTESMASES (2007) define el mercado como un conjunto de personas, individuales u organizadas, que necesitan un producto o servicio determinado, que desean o pueden desear comprar, que tienen capacidad económica y legal para comprar. Tres son los elementos claves que se pueden derivar de este concepto:

a)     La necesidad: ya hace muchos años que MASLOW jerarquizó las necesidades humanas en su conocida pirámide: fisiológicas, de seguridad, sociales, de estima y de autorrealización; todas ellas son necesidades básicas a las que el mercado debe atender.
b)     El deseo: aunque no se encuentren dentro de las anteriores, en determinados entornos y, en muchas ocasiones, con una insistente publicidad, ciertos productos o servicios pueden convertirse en “deseos necesarios”. ¿Se puede sobrevivir y alcanzar la felicidad sin un vehículo de 150 CV?: pues habrá que analizar la sociedad en la que viva el individuo y el estatus que tenga dentro de la misma. Sin duda, se puede hablar de consumismo que, desde luego, también es elemento del mercado.
c)     La capacidad: es el elemento clave del mercado y base de las desigualdades e injusticias sociales. Síntoma de las sociedades avanzadas (y de sus mercados) es facilitar la cobertura de las necesidades al mayor número de individuos posible, básicamente, con una gestión empresarial eficaz y eficiente de los recursos disponibles y de una constante inversión en I + D + i.

Desde un punto de vista empresarial, el posicionamiento de las empresas en el mercado pasa por implantar un modelo de marketing estratégico que algunos autores llaman de las 4 ces (4C): comprender, construir, conectar y compartir (ALFARO e IGLESIAS en obra colectiva MBA de ESADE – 2010); es decir:

1)     Comprender las necesidades y deseos de los consumidores, su capacidad adquisitiva y el entorno del mercado (competidores, productos sustitutivos, etc.).
2)     Construir un producto o servicio que bien llene un nicho no explotado o bien aporte mayor valor que el de los competidores.
3)     Conectar con los consumidores a través de la conjugación de las 4 pes (4P) del marketing mix: producto, precio, distribución (place) y promoción.
4)     Y compartir la experiencia de consumo y obtener feedback, haciendo que el consumidor sea cliente y desarrollando la marca (branding) que sobreviva al producto.  

BARWISE (Herramientas de marketing – 2007) señala hasta seis clases de estudios formales de mercado:

  • La observación directa: es decir, observar lo que los consumidores compran para cubrir sus necesidades y analizar si hay otras formas de cubrir tales necesidades, mejorar la usabilidad del producto o abaratar costes alterando materiales: cualquiera de esas combinaciones pueden convertirse en oportunidad de negocio.
  • La experimentación: hacer lo mismo de forma diferente puede también ser negocio; no siempre se trata de inventar algo nuevo que satisfaga necesidades, muchas veces basta con innovar.
  • Recabar y analizar datos de compras: el estudio de la realidad del mercado nos puede mostrar las preferencias de éste, sus variables geográficas y sociológicas.
  • Encuestas: permiten prospectar las tendencias de los consumidores de una forma directa, sobre todo cuando van unidas al uso de muestras de producto.
  • Grupos de opinión: especialmente si están integrados por líderes de tendencias, ayudan a diseñar las líneas de producción futuras, especialmente en sectores muy influidos por la moda (textil, tecnología, incluso automoción).
  • Opinión de clientes insatisfechos o perdidos: son un auténtico tesoro pues, aunque a todos nos gustan más los aplausos que las críticas, éstas nos son fundamentales para corregir errores, evitar la pérdida de negocio y, sobre todo, desarrollar productos y servicios competitivos.

Con estos análisis conoceremos necesidades, deseos, tendencias y oportunidades del mercado. Pero, aún falta un elemento más que sólo las empresas líderes pueden ignorar: la competencia. Estudiar detenidamente a nuestros competidores nos puede proporcionar información valiosísima para la toma de decisiones en cuanto a: cómo hacer y cómo no hacer las cosas, política de precios, política de costes, canales de distribución, diversificación de productos y mercados, fortalezas y debilidades propias y ajenas, productos sustitutivos, etcétera.

No faltan voces, sin embargo, que se levantan contra esta práctica del benchmarking al considerar, por un lado, que priva de la natural y personal creatividad a las empresas y, por otro, produce un gran desperdicio en esfuerzos y tiempo de directivos que bien se podría dedicar a conducir a su empresas al liderazgo en su sector a través del desarrollo y la innovación. En suma, el benchmarking tiende a producir una falta de diferenciación y priva a las empresas de esta ventaja competitiva.

No obstante, hay que reconocer que en el mercado global actual y con la herramienta de Internet, el estudio de la competencia se ha visto facilitado, así como la detección de oportunidades de negocio con la simple adaptación geográfica de empresas exitosas en otras latitudes y carentes de representación en nuestro territorio. Imitar las ideas que han triunfado en culturas semejantes a la nuestra, puede ser una oportunidad siempre que se conozca bien las fortalezas propias y las de la empresa a imitar, se identifiquen las necesidades de los consumidores de uno y otro mercado (cubriendo en el nuestro un segmento inexplorado por productos o servicios idénticos o sustitutivos) y no se choque con barreras de patentes que resulten infranqueables.

Y, hablando de competidores, es de obligada cita MICHAEL PORTER y sus 5 fuerzas competitivas que, en realidad, a lo que invitan es a pensar en la diferenciación de nuestra empresa y producto, y a su posicionamiento en el sector de actividad al que pertenece. En efecto, PORTER invita a situarse en el propio mercado y a analizar las tensiones existentes en el mismo para, tras ello, concretar la fuerza en la que la empresa puede sobresalir mediante la ventaja que le adelante a sus competidores. Tales cinco fuerzas son las siguientes:

  1. La rivalidad entre los competidores existentes
  2. El poder de negociación de los proveedores
  3. El poder de negociación de los clientes
  4. La existencia de barreras de entrada de nuevos competidores
  5. La amenaza de productos sustitutivos

Pues bien, una vez analizado el mercado, conocidos consumidor y competidores y sabedores de las oportunidades que las necesidades de aquéllos no cubiertas por éstos presentan, llega la hora de conectar con el consumidor a través de nuestro producto o servicio. Para que tal conexión se produzca y lleguemos a tener un consumidor que repita (logrando tener un cliente), deberemos estudiar cuidadosamente nuestra oferta de valor integrada por el producto o servicio, su precio, su puesta a disposición en el mercado, su promoción y, finalmente, nuestra marca o enseña distintiva que proporcione personalidad a todo lo anterior. Si todas estas piezas encajan, habremos encontrado nuestra oportunidad de negocio.