jueves, 3 de octubre de 2013

En busca de la cultura emprendedora


Desde hace poco más de un año se aprecia en los mensajes políticos a la ciudadanía un importante énfasis de la actividad emprendedora. Parece que la solución a todos nuestros problemas está en el emprendimiento. Desde luego, no les falta razón.

Ahora bien, el término emprendimiento admite una multiplicidad de significados. De entre todos ellos nos vamos a quedar con dos:
1)             el más usual, y al que hacen referencia los actuales mensajes publicitarios, es el de: tienes una idea de negocio…, pues invierte lo que tienes (por ejemplo, capitaliza el paro) y monta una empresa que te saque a ti del desempleo y, a ser posible, a unos cuantos más como tú. A cambio, la Administración te facilita el cumplimiento de los muchos trámites que ello implica y te echa una mano en los primeros meses (reducción de cuotas de la seguridad social, de tributos locales, etc.)
2)            y el significado algo más profundo que emparienta el término emprender con el de innovar pues, para emprender con éxito, hay que tener una idea novedosa, no necesariamente espectacular, pero que aporte un valor en el mercado que haya personas dispuestas a pagar un precio por él. Emprender e  innovar implican, en todo caso, actividad.
En una conferencia en 2009 con motivo de la presentación de un paquete de medidas para impulsar la I+D+i en USA, el presidente Obama decía que lo que mejor que hacemos en los Estados Unidos es transformar ideas en inventos e inventos en industrias. Esta ha sido la fuente de la gran fortaleza económica de los Estados Unidos: la habilidad de tomar ideas de los siglos XIX, XX y XXI y transformarlas en compañías e industrias nuevas, las cuales han alimentado la prosperidad americana. Desde bombillas a coches o desde ordenadores y software a redes sociales. Estos inventos norteamericanos no sólo han cambiado el estilo de vida, sino que han transformado la economía norteamericana en la mayor y de más éxito.

Lo anterior presupone una cierta cultura emprendedora que, ciertamente, está arraigada en el pueblo americano desde sus orígenes: no olvidemos que los pioneros del Mayflower llegaron a las costas de los hoy Estados Unidos en 1620 huyendo de la decadente sociedad británica y en busca de una nueva vida, no exenta de graves dificultades.

En España, ¿hay de esto?. Nuestro país, en esas mismas épocas, era una potencia conquistadora: el viejo continente se había quedado pequeño y hacía falta dar a luz otros mundos. Desde entonces, muchos españoles (Latinoamérica está plagada de descendientes gallegos) han hecho las américas (y más recientemente, las europas), pero tal espíritu, desgraciadamente, no arraigó en puerto patrio.

¿Consecuencia?: mientras que los niños y jóvenes yanquis tienen como ídolos a Steve Jobs o Bill Gates, los nuestros sueñan con ser Casillas o Iniesta (por cierto, dos magníficas personas y deportistas).

Pues bien, así las cosas, las autoridades europeas y españolas están dispuestas a dar un giro a este escenario, y donde hay que darlo: en las escuelas, desde pequeñitos. En tal sentido, la Comisaria de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud (Sra. Androulla Vassiliou, para más detalle), ha declarado: «La educación para el emprendimiento es un motor del crecimiento futuro y nos ayudará a inspirar a los emprendedores del día de mañana. Si Europa desea mantener su competitividad, ha de invertir en las personas, en sus competencias, en su capacidad de adaptarse y en su capacidad para innovar. Ello significa que hemos de promover un auténtico cambio de mentalidad en Europa respecto de las actitudes emprendedoras, lo que comienza por inculcar el espíritu emprendedor desde los primeros años de enseñanza».

Consecuente con ello, el pasado sábado, 28 de septiembre, se publicó en el BOE la Ley 14/2013, de 27 de septiembre, de apoyo al emprendedor, en cuyo Capítulo I -«Educación en emprendimiento»- se incorporan medidas para que los jóvenes adquieran, a través del sistema educativo, las competencias y habilidades requeridas para emprender, pues se parte de la base de que para invertir la actual situación, es necesario un cambio de mentalidad en el que la sociedad valore más la actividad emprendedora y la asunción de riesgos.
Ahora hace falta que, de la declaración de intenciones, se pase a la acción tanto en las aulas (dictando por el Ministerio competente el correspondiente contenido curricular) como, muy especialmente, fuera de ellas (sustituyendo en la televisión española de todos la transmisión de la próxima final de la Champions por una entrevista con el CEO de Appel).