La buena gestión en una empresa u organización consiste en
alcanzar los objetivos propuestos acordes con sus fines fundacionales o
estatutarios con el menor coste posible.
La anterior afirmación, por evidente, puede resultar superflua.
Sin embargo, múltiples factores hacen que los costes no sean siempre los
idóneos y que, en consecuencia, la gestión no se pueda calificar de óptima. Por
ejemplo:
a) Los costes de personal vienen
condicionados por normas legales o convenios colectivos que limitan la
autonomía de la voluntad de las partes (empresario – trabajador – colaborador)
tanto en salario como en jornada de trabajo (prestaciones básicas por ambas
partes, que no únicas).
b) Los gastos inherentes a la
adquisición y mantenimiento de las infraestructuras o activo fijo fluctúan por
el peso que tienen variables como tributos, precio de la energía,
mantenimientos, seguros, etcétera.
c) Las materias primas, equipamiento y
servicios ajenos complementarios y necesarios para el desarrollo de la propia
actividad tienen un precio de mercado muy variable, más aún con el impacto de
la globalización y del comercio transfronterizo.
En este entorno, si la
competencia gestiona mejor sus costes, será más competitiva, más productiva
y, a la postre, expulsará del mercado a sus competidores que no ajusten precios
o que no obtengan el beneficio necesario para mantener la actividad.
Por ello la necesidad de comprar bien para que nuestra empresa
subsista, siendo deseable que sea la que mejor compre en el sector de actividad
y así liderarlo frente a las empresas competidoras. Todo ello, claro está,
partiendo de un margen de beneficio razonable y determinado por el coste de
oportunidad de mantener la inversión en la empresa como más rentable a derivarla
a otra actividad o inversión.
Comprar bien es un
arte. Pero, ¿en qué
consiste comprar bien?. Es frecuente identificar comprar bien con comprar
barato, lo cual sólo es cierto cuando se adquiere lo mismo (producto – garantía
– servicio – y demás cualidades valorables) con un precio menor.
En esencia, compramos un producto o servicio para satisfacer
una necesidad. En consecuencia, la mejor compra es la que satisface esa
necesidad en las mejores condiciones de calidad – cualidades del producto o
servicio / condiciones de entrega o prestación (plazo) / garantía post venta /
atención al cliente / precio. Y ello, ¿cómo se consigue?. En el arte de comprar
bien intervienen varios elementos:
1) Tener
conocimientos precisos de la necesidad. Cuanto más se ajuste en lo necesario,
menos producto superfluo se adquiere. Aquí los fabricantes de coches han
segmentado el consumo al máximo: urbanos, berlinas medias, berlinas de lujo,
familiares, todo caminos, 4x4, deportivos; y, dentro de cada sector, variedades
en carrocerías, motores y demás elementos que permitan personalizar al máximo
el producto. Hay varios fabricantes que, sobre la misma base de ingeniería,
comercializan vehículos similares pero bajo distintas marcas, con garantía –
servicio semejantes, pero a precios muy dispares: piénsese en el grupo alemán Volkswagen
(Audi, Volkswagen, SEAT, Skoda, entre otros).
2) Tener
conocimientos del mercado o sector de que se trate. Cada necesidad tiene su mercado y, dentro
de él, la empresa más idónea. Ferrovial o ACS tienen capacidad para reparar
cubiertas de edificios; pero sólo atenderán de manera óptima a la gran empresa
o institución a las que presten el mantenimiento de sus instalaciones o cuando
se trate de cubiertas con presupuesto millonario (por ejemplo, la reparación de
la cubierta del Museo del Prado). Para la reparación de la cubierta de una nave
de 1.000 m²
será mejor llamar a empresas de menor tamaño, aunque de la misma o mejor
cualificación.
3) Comparar
de forma objetiva y personalizada a las necesidades. Encontrar varios proveedores para una
necesidad existente en nuestra empresa o institución no es difícil. Hay varios
canales para una búsqueda adecuada: Internet, proximidad geográfica,
recomendación de conocidos, publicidad tradicional, etc. Lo más adecuado es
solicitar un presupuesto a todas ellas concretando la necesidad lo más
detalladamente posible y admitiendo variables. La visita a nuestras
instalaciones o la entrevista personal es también muy aconsejable para ambas
partes. En las ofertas que se presenten deberemos valorar, entre otros, los
siguientes extremos:
·
el
tiempo de respuesta y la forma de presentación de la oferta: es una primera
carta de presentación, una cualidad del proveedor y un síntoma de su interés
por nuestra empresa y de respeto hacia la potencial clientela,
·
la
solvencia de la empresa, tanto técnica como económica, así como la experiencia
en contratos similares al propuesto,
·
el
ajuste de la oferta a nuestras necesidades o, lo que es lo mismo, que la
propuesta no sea estandarizada sino personalizada a la solicitud que hemos
hecho,
·
la
calidad de los productos o cualidad de las personas que intervendrán en la
prestación del servicio,
·
la
garantía de los resultados perseguidos,
·
el
precio ofertado y la forma de pago.
4) Seguimiento
del cumplimiento exacto de lo ofertado – contratado. Una deficiente ejecución de la obra o
prestación del servicio contratados, o el suministro de un producto diferente
al ofertado, dará al traste con la satisfacción de nuestra necesidad en el
tiempo requerido, pudiendo ocasionar daños colaterales de difícil
cuantificación. En este punto es aconsejable el conocimiento de la normativa
aplicable para evitar desagradables responsabilidades administrativas o
civiles.
Si somos capaces de aplicar
las consideraciones anteriores a todas las adquisiciones de productos o
servicios que hagamos en nuestra empresa, a buen seguro seremos mucho más
competitivos en nuestra actividad y podremos vender más y mejor que nuestra
competencia.
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