lunes, 8 de julio de 2013

La revolución digital


Creación, en el sentido de hacer surgir algo de la nada, posiblemente sólo se pueda hablar de la referida en el Génesis. Lo demás es evolución o, cuando ésta ha tenido especial importancia, de revolución. En ambos casos, se produce un avance que implica una mejora en la vida de los seres humanos. En ocasiones se produce por casualidad (como el “invento” del fuego), en otras por observación (posiblemente, la rueda) y, en la mayoría de las ocasiones, por necesidad:

1)    Necesidad de asentamiento es la que obliga al hombre al invento de la agricultura, para procurarse un modo permanente de suministro de alimentación, sin tener que depender de la “suerte de la caza”.

2)    Es la necesidad de obtener seguridad vital la que conduce a la idea de la urbe amurallada; y necesidad de hacer negocios a larga distancia la que marca el nacimiento de instrumentos mercantiles como la letra de cambio que evite el transporte de efectivo; y necesidad de asegurar los riesgos de navegación en el transporte intercontinental de mercancías los que harán surgir las grandes compañías mercantiles (precedentes de las sociedades por acciones).

3)    Es también la necesidad de producir más cantidad y más barata la que conduce a la revolución industrial, del que son hijas la revolución de los transportes (ferrocarril, marítimo y, más tarde, aéreo)) y las comunicaciones (telégrafo y teléfono).

4)    Finalmente, de la necesidad de optimizar los procesos de gestión que surgen en los años 70 del pasado siglo con la aparición de grandes computadoras, se da el paso necesario para que, con la combinación de las comunicaciones, surja en los años 90, por evolución, la que se dio en llamar tecnologías de la informática y los comunicaciones (TIC) para, desde principios de siglo, producir la revolución digital caracterizada, frente a las otras dos grandes revoluciones (agricultura, industrial) por un desarrollo temporal rapidísimo y su consecuencia social: la brecha digital, hablándose de nativos digitales (para los nacidos a partir de 1978) e inmigrantes digitales (para los nacidos con anterioridad).

La revolución digital ha sido un elemento clave en diversos ámbitos:

Ø     En lo social, al acercar personas e ideas en tiempo real, democratizar la información y facilitar una comunicación casi gratuita y de fácil acceso; aunque odo ello no desprovisto de inconvenientes como el cibercrimen, la pérdida de intimidad y de contactos físicos interpersonales que son sustituidos por “píldoras” de intercambio en forma de mensajes cortos en dispositivos móviles que han alterado nuestra forma de convivir.

Ø     En lo laboral, la temida inicialmente sustitución del hombre por la máquina, ha dado paso a una necesaria integración de ésta en los procesos de trabajo que, como ya ocurriera con la revolución industrial, ha facilitado la vida del trabajador y ha incrementado su eficacia y el de las empresas en las que presta sus servicios.

Pero, junto a ello, existen nuevas realidades que se van imponiendo siguiendo los impulsos y avances tecnológicos: teletrabajo y trabajo en movilidad son hoy realidades que, no obstante y por una atávica costumbre de empresario – trabajador de “trabajo por tiempo” (no por objetivos), se va introduciendo en nuestra vida cotidiana de forma muy lenta. En España, el teletrabajo está ligeramente por encima del 10 % y el trabajo en movilidad tiene un porcentaje algo superior pero bastante apegado al ámbito comercial.

Ø    En lo político, la permeabilidad de las críticas ideológicas a las fronteras de los estados, la caída de regimenes como consecuencia de revueltas populares promovidas democráticamente en redes sociales virtuales y la cada vez mayor preocupación de los gobiernos por buscar un perfil “amigable” en un entorno digital que, por su propia naturaleza de inmediatez y espontaneidad, es poco dado a demagogias.

Ø    En lo económico, por un lado, el dinero físico es cada vez más escaso, siendo sustituido por el dinero electrónico con múltiples entidades que lo gestionan y, por otro, la globalización de los mercados financieros y la posibilidad de invertir en tiempo real, hace que hayan desaparecido las plazas bursátiles “estancadas” y se haya creado una única plaza bursátil mundial que “no cierra” y en la que, en segundos, se intercambian posiciones por importes escalofriantes de dinero electrónico que pueden condenar a un país a la ruina actual y futura con dos clicks de ratón o un enter.

Hay que mencionar la irrupción de entes corporativos que podríamos llamar “virtuales” o no materiales, en el sentido que no tienen valor tangible sino intangible y potencial, como cauces de generar riqueza a través de plataformas virtuales. Se trata de marcas de nueva creación, en ocasiones muy volátiles, y que alcanzan en las bolsas mundiales valores inverosímiles. Piénsese en Facebook, Google o Yahoo.

Ø      En lo empresarial, aparte del abaratamiento y la simplicidad que ha impuesto en los procesos internos y externos de gestión de empresas y administraciones públicas, la revolución digital impone una nueva comprensión de hacer negocios, una nueva manera de entenderlos y una nueva forma de actuar en la que la eficiencia, la sencillez y la creatividad son las claves del éxito.

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